Una vez más
la Vinotinto de Noel Sanvicente volvió a presentarse en el terreno de juego. El
resultado fue el mismo, otra derrota, por goleada y once individuos penando
pues el alma de competitividad jamás estuvo en el campo, al igual que en los
partidos previos de eliminatorias rumbo a Rusia 2018, que dicho sea de paso, es
una utopía para los venezolanos.
Parece
concluir el penoso ciclo de “Chita” al frente de la selección y es que al mejor
director técnico de nuestro fútbol nacional le tocó quizás, la mejor camada de
jugadores venezolanos pero a su vez, la peor crisis federativa. Aunado a esto,
jamás se vio reflejado en el juego un sistema definido.
Regalos de
niños infantiles les ha costado puntos prácticamente amarrados y que, aunque no
cambiaría las pobres presentaciones de la Vinotinto, sería otra historia. Por
ejemplo, el papelón de Vizcarrondo, en complicidad con Baroja ante Paraguay y
la desatención defensiva ante Perú. Ambas en los últimos compases del partido.
Bajo los tres
palos, debe existir quien ordene al a defensa y siempre esté atento. Y esto
último no lo fue Alaín Baroja. La desconcentración marcó la historia del
presente venezolano. Errores puntuales, característicos de todos los procesos
futbolísticos de los cuadros venezolanos cuando van al plano internacional.
La
estabilidad defensiva, lo que fue fuerte en el anterior proceso, hoy en día es
la principal falla de la oncena nacional. A los zagueros les ganan la espalda
con gran facilidad y en cuestión de marcación, no sitúan a los atacantes,
permitiéndoles ganar la mayoría de pelotas aéreas y por abajo no es la
excepción.
Quizás, el
capitán, es el único que dio la talla y siempre intenta salir jugando, a pesar
de ser un guardián en la contención. Tomás Rincón, el referente que se le ve
las ganas de levantar siempre a sus compañeros. El mediocampo ofensivo. Incapaz
de dar tres pases consecutivos, casi nulo su actividad, y la conexión con los
encargados de resolver arriba no existió en ningún momento. Sin alguien que
levante la mano, alguien diferente que lleve las riendas.
Sin chances
de gol, producto de no recibir pelotas y aquí hay que nombrar a Salomón Rondón.
No anotó en los encuentros que alineó y es que no recuerdo ninguna oportunidad
en sus botines o en su cabeza. Alejado del guardameta rival y solo se vio
limitado a desgastarse bajando a corretear.
No hubo
cohesión en las líneas, distanciadas por completo y al final de los noventa
minutos, el resultado fue siempre el mismo. Un punto de dieciocho posibles, en
la mediocridad sumergida, ahí está la selección.
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